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Bullerengue

No difiere mucho del tambor propiamente dicho, sino que en el se conserva toda la sabia de la sensualidad. Por lo simple de sus figuras se emparienta con los congos.
El baile solo tiene seguidilla y vueltas, pero carece de violencia se caracteriza más bien por la concentración o actitud introspectiva con la que la mujer realiza su desplazamiento. Resbala más que

camina con pasitos menudos con toda la planta asentada y los pies muy juntos. Las piernas las lleva cerradas dando el aspecto de lujurioso fruto prohibido (a este movimiento se le conoce como “Plantillas”). Mientras que el varón despliega toda su energía en gestos acrobáticos en rendiciones y provocaciones sensuales. La mujer alterna las plantillas con movimientos más amplios a veces y llega al paroxismo cuando ejecuta lo que se llama “bosar”, que es el tipo de mover las caderas y vientre, como en un trance solitario, el varón toma eso para acercarse y atacar la mujer por su parte esquiva y burla a su compañero con un rápido desquite y una vuelta.